¿Tiene soporte científico la meditación?
La
meditación es un estado de relajación y de conciencia de la mente y del cuerpo.
En ella nuestra conciencia se dirige a los pensamientos y sentimientos íntimos.
La gente medita por diversas razones, muchos se sienten atraídos por esta
práctica porque quieren aprender a relajarse y eliminar el estrés y la tensión
de sus vidas. La meditación nos permite un contacto intimo con nuestra mente y
nuestro cuerpo, sus beneficios son bien conocidos. La respiración correcta, la
buena postura y la profunda relajación
permiten que el cuerpo funcione eficientemente y ayudan a superar el estrés,
el insomnio, la presión alta, la falta de energía.
La
meditación es el centro de muchas tradiciones espirituales y filosóficas, algunos ejemplos: El hinduismo
recomienda la disciplina del cuerpo y la concentración de la mente mediante la
meditación como un medio de alcanzar la autorrealización y la iluminación. El Taoísmo
recomienda la meditación como el camino
para lograr orden y unidad en nuestra vida. La Cristiandad céltica insiste en
la necesidad del aislamiento y la soledad buscando honrar a Dios y a la
naturaleza mediante la meditación.
A
partir de hace unas 5 a 6 décadas se ha estudiado con total rigor científico el
efecto de la meditación y gran parte del sustento científico se relaciona con la
amígdala cerebral, estructura que debe
su nombre a su tamaño y forma, pues se parece a una almendra, es la estructura
cerebral que gestiona las emociones. Fue
descubierta en el año de 1964 en la Universidad de Nueva York y desde entonces se considera la moduladora de
las emociones. Años después en la misma Universidad se descubrió que la amígdala es un gran
detector de alarmas y accede directamente a la corteza frontal, corteza que para
la neurociencia es la joya de la corona y es la zona más involucrada en el
desempeño de nuestra conducta, pero
cuando hay una emoción muy fuerte, la amígdala toma el control.
Cuando
estamos crónicamente estresados o cuando tenemos mucha ansiedad, la amígdala
detecta alarmas donde no las hay y nos ponemos muy nerviosos, vemos problemas y
peligros por doquier, a la vez la amígdala
se hipertrofia y se hiperactiva, sus
neuronas empiezan a emitir descargas eléctricas sin parar, con gran consumo
hemodinámico, esto hace que lo que era una gran ventaja para nosotros se
convierta en una fuente de insatisfacción vital y nos tornamos constantemente
nerviosos e irascibles porque la amígdala ha bajado el umbral para detectar
esas alarmas.
Una
de las formas de regular esa excesiva
percepción de las alarmas en nuestro cerebro
es la meditación, la que practicada en una forma regular puede
permitirnos reentrenar y regular ese
sistema. La neurociencia ha investigado y se observa que a los 5 dias de
empezar a meditar se empiezan a producir cambios en la estructura de nuestro
cerebro, pero es a partir de los 2 meses
que se observa la efectiva respuesta.
Y cómo empezar a meditar? Empecemos por
percibir las sensaciones de nuestro propio cuerpo, por ejemplo ponerle cuidado
a nuestra respiración cómo entra y cómo sale el aire, observar nuestra
respiración es de por sí aumentar la influencia que ya tiene la respiración
sobre nuestro cerebro. Así estamos trayendo nuestra atención al momento presente
y estamos observándonos a nosotros mismos. Si nosotros meditamos unos 5 días a
la semana, a partir de los 2 meses comienza a reducirse el tamaño de la
amígdala hasta volver a su tamaño original y recuperar también su equilibrio. Cuando
el estrés secuestra a la amígdala
también secuestra a la corteza frontal, cuando nosotros estamos
observando nuestras propias sensaciones gracias a la meditación, estamos fortaleciendo
la corteza frontal, cuando la fortalecemos y la amígdala intenta secuestrarla,
le va a costar mucho más secuestrarla.
La
meditación aumenta nuestro bienestar, mejora nuestra inteligencia emocional,
supone una mayor regulación emocional, es decir mejora nuestra calidad de vida.
Hace más de 100 años el médico Español
Don Santiago Ramón y Cajal, premio Nobel de medicina afirmó que todos
podemos ser escultores de nuestro propio cerebro y desde entonces es mucho lo
que la neurociencia ha investigado en
temas relacionados con la neuroplasticidad, la meditación, el pensamiento
positivo, entre otros.
En 2015 la Universidad de París descubrió que para que nosotros podamos percibir lo que está sucediendo, el corazón y el cerebro se tienen que comunicar y cada vez que nuestro corazón emite un latido las neuronas de nuestro cerebro tienen que cambiar su ritmo eléctrico, gracias a esa comunicación nosotros podemos percibir lo que pasa, si nuestro cerebro no percibe los latidos del corazón nosotros no percibimos lo que está sucediendo. Una de las puertas por las que el cerebro percibe al corazón es la amígdala, aquella que nosotros moldeamos cuando hacemos de forma regular la meditación.
La
meditación es un estado de relajación y de conciencia de la mente y del cuerpo.
En ella nuestra conciencia se dirige a los pensamientos y sentimientos íntimos.
La gente medita por diversas razones, muchos se sienten atraídos por esta
práctica porque quieren aprender a relajarse y eliminar el estrés y la tensión
de sus vidas. La meditación nos permite un contacto intimo con nuestra mente y
nuestro cuerpo, sus beneficios son bien conocidos. La respiración correcta, la
buena postura y la profunda relajación
permiten que el cuerpo funcione eficientemente y ayudan a superar el estrés,
el insomnio, la presión alta, la falta de energía.
La
meditación es el centro de muchas tradiciones espirituales y filosóficas, algunos ejemplos: El hinduismo
recomienda la disciplina del cuerpo y la concentración de la mente mediante la
meditación como un medio de alcanzar la autorrealización y la iluminación. El Taoísmo
recomienda la meditación como el camino
para lograr orden y unidad en nuestra vida. La Cristiandad céltica insiste en
la necesidad del aislamiento y la soledad buscando honrar a Dios y a la
naturaleza mediante la meditación.
A
partir de hace unas 5 a 6 décadas se ha estudiado con total rigor científico el
efecto de la meditación y gran parte del sustento científico se relaciona con la
amígdala cerebral, estructura que debe
su nombre a su tamaño y forma, pues se parece a una almendra, es la estructura
cerebral que gestiona las emociones. Fue
descubierta en el año de 1964 en la Universidad de Nueva York y desde entonces se considera la moduladora de
las emociones. Años después en la misma Universidad se descubrió que la amígdala es un gran
detector de alarmas y accede directamente a la corteza frontal, corteza que para
la neurociencia es la joya de la corona y es la zona más involucrada en el
desempeño de nuestra conducta, pero
cuando hay una emoción muy fuerte, la amígdala toma el control.
Cuando
estamos crónicamente estresados o cuando tenemos mucha ansiedad, la amígdala
detecta alarmas donde no las hay y nos ponemos muy nerviosos, vemos problemas y
peligros por doquier, a la vez la amígdala
se hipertrofia y se hiperactiva, sus
neuronas empiezan a emitir descargas eléctricas sin parar, con gran consumo
hemodinámico, esto hace que lo que era una gran ventaja para nosotros se
convierta en una fuente de insatisfacción vital y nos tornamos constantemente
nerviosos e irascibles porque la amígdala ha bajado el umbral para detectar
esas alarmas.
Una
de las formas de regular esa excesiva
percepción de las alarmas en nuestro cerebro
es la meditación, la que practicada en una forma regular puede
permitirnos reentrenar y regular ese
sistema. La neurociencia ha investigado y se observa que a los 5 dias de
empezar a meditar se empiezan a producir cambios en la estructura de nuestro
cerebro, pero es a partir de los 2 meses
que se observa la efectiva respuesta.
¿Y cómo empezar a meditar? Empecemos por
percibir las sensaciones de nuestro propio cuerpo, por ejemplo ponerle cuidado
a nuestra respiración cómo entra y cómo sale el aire, observar nuestra
respiración es de por sí aumentar la influencia que ya tiene la respiración
sobre nuestro cerebro. Así estamos trayendo nuestra atención al momento presente
y estamos observándonos a nosotros mismos. Si nosotros meditamos unos 5 días a
la semana, a partir de los 2 meses comienza a reducirse el tamaño de la
amígdala hasta volver a su tamaño original y recuperar también su equilibrio. Cuando
el estrés secuestra a la amígdala
también secuestra a la corteza frontal, cuando nosotros estamos
observando nuestras propias sensaciones gracias a la meditación, estamos fortaleciendo
la corteza frontal, cuando la fortalecemos y la amígdala intenta secuestrarla,
le va a costar mucho más secuestrarla.
La
meditación aumenta nuestro bienestar, mejora nuestra inteligencia emocional,
supone una mayor regulación emocional, es decir mejora nuestra calidad de vida.
Hace más de 100 años el médico Español
Don Santiago Ramón y Cajal, premio Nobel de medicina afirmó que todos
podemos ser escultores de nuestro propio cerebro y desde entonces es mucho lo
que la neurociencia ha investigado en
temas relacionados con la neuroplasticidad, la meditación, el pensamiento
positivo, entre otros.
En 2015 la
Universidad de París descubrió
que para que nosotros podamos percibir lo que está sucediendo, el corazón y el
cerebro se tienen que comunicar y cada
vez que nuestro corazón emite un latido las neuronas de nuestro cerebro tienen
que cambiar su ritmo eléctrico, gracias a esa comunicación nosotros podemos
percibir lo que pasa, si nuestro cerebro no percibe los latidos del corazón
nosotros no percibimos lo que está sucediendo. Una de las puertas por las que el cerebro
percibe al corazón es la amígdala, aquella que nosotros moldeamos cuando
hacemos de forma regular la meditación.
Bibliografía:
- Anderton Bill: Meditación. Editorial Panamericana, Bogotá. 2005.
- Goleman, Daniel; Davidson J. Richard: Los beneficio de la meditación. Editorial Kairós S.A. Barcelona, España. 2017
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