Claridad en la calle y oscuridad en la casa?
Frecuentemente vemos personas a las que todo el mundo califica com el “personaje magnético, culebrero, amabilisimo”, pero le hablará con la misma sonrisa en la cara al vecino que se encuentra en el ascensor, que a la persona que vive con él, después de haber tenido un día malo? Es muy probable que no y que sea mucho más amable con el vecino, con el que no tiene más que la confianza justa o menos, que con la persona con la que vive. Pero eso le ocurre a muchos y se agravó durante el tiempo que durante la pandemia tuvimos que estar encerrados y con la reducción de la socialización que aún se vive en la postpandemia.
Cuántas veces nos habrá
ocurrido esto a todos!. En cuántas ocasiones hemos llegado a casa con mal genio
, porque hemos tenido un día malo. Han salido mal varias cosas, alguna de ellas
porque nosotros mismos hemos metido la pata, cosa que nos produce rabia y
frustración. O bien porque alguien ha conseguido ponernos de muy mal genio.
En consecuencia, le
contestamos muy mal a la primera persona que encontramos en casa y que nos
pregunta qué nos pasa. Da igual si es nuestra pareja, madre o compañero de apartamento …no importa: sea quien
sea lo mandamos a freír algo, o alguna cosa todavía peor… Y es que como se
suele decir, no hay nada que dé en ocasiones más descaro y desconsideración con
el ser cercano, que la confianza.
De ahí sale perfectamente
una discusión, por cualquier tontería que no habría tenido ninguna importancia
en otro momento. Pero claro, llegamos de tan mal genio, que un simple “qué te
pasa” es suficiente para que saltemos como un resorte, y saquemos todo el mal
humor que llevamos dentro.
Después de haber pasado un
día muy malo, tenemos la necesidad de sacar toda esa tensión que hemos ido
acumulando y tomamos de “trompo de poner” a las personas de más confianza sin que hayan tenido ninguna culpa de lo que
nos ha pasado…para que nosotros nos liberemos de la rabia que traemos, y que no
nos hemos atrevido a soltar en ninguna otra parte.
Damos por hecho que esas
personas que nos quieren tanto, y a las que queremos, nos van a tolerar esto y
más. Como quien dice “porque te quiero te aporrio”, pero no señor, eso no es
justo, eso es mostrar mucha luz y
claridad en la calle y mucha oscuridad en la casa.
Es muy frecuente que una
vez se nos haya pasado ese mal humor y volvamos a estar en “modo normal” nos
sintamos culpables; y nos hagamos a nosotros mismos la promesa de que la
próxima vez lo vamos a controlar. Sin embargo, la próxima vez, vuelve a ocurrir
lo mismo que la vez anterior y perdemos el control.
Pero entonces, si sabemos
que esas personas queridas no tienen la culpa de nuestra rabia, si sabemos que
lo hemos hecho muy mal con ellas y nos sentimos culpables ¿por qué lo hacemos?
¿Por qué les contestamos mal sin que se lo merezcan?. Cuando las cosas no nos
han salido como queríamos porque hemos cometido algún error, sentimos
frustración y rabia hacia nosotros mismos, sentimos culpa y entonces
inconcientemente buscamos a alguien que cargue con esa culpa y nos libere de
ella y lo más cómodo para conseguir esto es elegir a una persona que esté lo bastante
cerca, que además suele ser alguien a quien queremos y generalmente es una
persona que no tiene nada que ver con lo ocurrido.
Se han hecho algunas investigaciones al respecto, y se ha comprobado que, las personas más allegadas son identificadas por nuestro cerebro como parte de nosotros: como si esas personas fuéramos nosotros mismos. Por esa razón, cuando un ser querido está pasándolo mal por cualquier motivo, nosotros también lo pasamos mal; podríamos decir que nos duele lo mismo, o casi lo mismo que a esa otra persona.
Cuando cometemos un error y nos sentimos culpables por él, tenemos la tendencia a castigarnos. Y claro, como para nuestro cerebro los más cercanos forman parte de nosotros, les castigamos también a ellos…sin pararnos a pensar que esas personas no tienen culpa de nada. Por otra parte , damos por hecho que las personas que tenemos cerca y que nos quieren nos van a soportar esta actitud y cualquier otra: que no nos van a abandonar o dejar de querer porque les contestemos mal. Por lo que no escatimamos en mal humor y palabras que puedan ofenderles.
Esa seguridad del no abandono, no la tenemos con personas menos cercanas y menos queridas. Con las personas de menos confianza, no nos atrevemos a sacar nuestra rabia y nuestra frustración. Es por estas razones por las que la mayoría de las veces tratamos peor a los que más queremos; y algo mejor a los que no son tan cercanos, con los que no tenemos tanta confianza.
Ya se sabe que, en los
momentos en que estamos enfadados, no es tan sencillo controlar las emociones.
y por tanto, no es tan fácil controlar lo que hacemos o lo que decimos. Se
trataría entonces de un ejercicio de autocontrol, que seguro requiere un poco
de esfuerzo. Como lo anotamos en un artículo anterior, las habilidades
blandas de auto-conocimiento y autogestion llevan al autocontrol y esta habilidad es la que debemos fortalecer
para majorar la convivencia con nuestros seres queridos.
Para empezar a nutrir ese autocontrol, tendríamos que pensar en qué es lo que ha provocado nuestro enfado. Porque si ha sido la actitud o el comportamiento de otra persona, es a ella a quien tendríamos que expresarle cómo nos sentimos y qué es lo que nos ha sentado mal, siempre de una forma asertiva, claro está. Si otra persona ha hecho algo que nos ha molestado y no se lo decimos, puede volver a hacerlo, porque no sabe que es algo que nos molesta. Así nos llevamos el enfado y lo expresaremos con quien menos se lo merece.
Si el enfado es por algo que uno mismo ha hecho , lo más sano es admitir la responsabilidad. Pero esto no para castigarnos , sino para aprender del error. Que es para eso para lo que están los errores, para aprender. Si aún después de todo esto seguimos con el enfado, lo cual es muy frecuente, hay muchas formas en que podemos sacarlo, que no sea contestarle mal a alguien a quien queremos.
Podemos por ejemplo
, ir al gimnasio o a correr y descargar la rabia con ejercicio físico, o bien
buscar un bulto de arena para boxeo pero de los de verdad, al que podamos
pegarle. En su defecto, también vale un
cojín o una almohada…cualquier cosa con la que no nos hagamos daño y que no sea
de carne y hueso y que por tanto, no le hiramos sus sentimientos, respetemos, valoremos los
sentimientos de nuestros seres queridos, desarmemos nuestra razón y nuestros
corazones.
Bibliografia:
Evans, Patricia: La violencia negada. Ediciones B Aires SA. Buenos Aires. 2000
Goleman, Daniel : Cómo ser un líder. Nomos impresores. Bogotá. 2015
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